Colectivo Silesia

Sistema Amancio de Salud

por Javier Padilla.

El patrón don Amancio nos hizo una donación para que compráramos unos aparatos para diagnosticar y tratar el cáncer.

¿por qué el cáncer? ¿por qué diagnosticar y tratar? ¿de qué manera se decidió eso?

El patrón don Amancio anunció esas donaciones que ahora va formalizando en un tour por todas las Comunidades Autónomas, estrechando las manos de lxs consejerxs y siendo alabado por su generosidad (y por alguna movida meritocrática de esas que empiezan por un «es un hombre hecho a sí mismo» y tal).

 

Por un lado está lo obvio, que vamos a resumir en dos puntos porque lxs compañerxs de Osalde ya lo resumieron magníficamente bien en una carta:

  1. España tiene unos problemas de planificación sanitaria enormes. Lo mismo te construyen n-mil hospitales que resultan en una disminución del número de camas y del número de profesionales, un endeudamiento infinito y un nicho de corrupción sin igual (Comunidad de Madrid), que se construyen centros de alta resolución que podrían ser utilizados para mapear las procedencias de los altos cargos del partido del gobierno autonómico (Andalucía). La planificación en nuestro Sistema Nacional de Salud ni está ni se la espera (por lo general, siempre hay excepciones de que, además, pasan inadvertidas porque no hacen ruido), de modo que vivimos inmersxs e un productivismo sin fin caracterizado por un ansia acrítica por incrementar hasta el infinito los recursos existentes, sin ver si su distribución es la correcta y si estamos rascando donde pica. En ese marco, que se haga una donación masiva a nivel estatal para comprar material para diagnóstico oncológico debería hacer que, al menos, alguien contestara a las siguientes preguntas: ¿por qué cáncer (más allá del hype epidemiológico-social-mediático)? ¿qué otras alternativas se barajaron para dirigir la inversión y por qué se desecharon? ¿se llevó a cabo un análisis incremental que asegurara que esta era la opción que más retorno en salud devolvía para los ingresos donados? ¿quién navega este barco?.
  2. Existen lugares donde existen marcos legislativos que regulan el macromecenazgo y posibilitan la recepción de donaciones para ser usadas en el sistema sanitario, pero se suelen caracterizar por I) ser de una transparencia exquisita, II) porque no es el donante el que establece el marco de prioridades del sistema de salud (dentro de un margen, existiendo grandes ámbitos de «elección» para el donante). Independientemente de eso, el caso de España parece lejano a una situación ideal en la que el Sistema Nacional de Salud funciona con suficiencia presupuestaria, excelencia gestora y transparecia/rendición de cuentas exquisita.

 

Las donaciones de Amancio Ortega se dan en el marco de un sistema sanitario descapitalizado, unas políticas de salud pública inanes y una alta de liderazgo institucional preocupantes, llegando a existir sistemas sanitarios de gestión privada que actúan en paralelo al sistema público sin que a nadie parezca sorprenderle demasiado. Más allá de todo esto, lo que nos preocupa es un tema que va algo más allá de la donación del señor-hecho-a-sí-mismo: la alabanza a la donación y la normalización de la vulneración del derecho a la salud en otros ámbitos (el de los derechos laborales y el de las aportaciones fiscales, básicamente).

 

El pasado día 31/05/2017 se publicaba la noticia de que Amancio Ortega tendría que pagar 1.5 millones de dólares como resultados del proceso posterior a unas denuncias por esclavitud. Ese mismo día, la imagen que arrojaba una búsqueda en Google «noticias» sobre Amancio Ortega era la siguiente:

 

 

Ni rastro del problemilla legal sobre la esclavitud. El sistema sanitario haciendo de pantalla protectora del bien alabado hombre-hecho-a-sí-mismo mientras éste desempeña una mezcla de ingeniería fiscal y externalización del respeto a los derechos humanos que parece no estar relacionada con sus acciones de filantropía sanitaria.

 

En algunas ocasiones hemos hablado de que los conceptos de justicia que se derivan de las diferentes posiciones ideológicas dejan una clara impronta en la forma de pensar los sistemas de salud. El asunto de Amancio Ortega y la palmadita-en-la-espalda social a sus donaciones nos ha recordado a algunos fragmentos de Trisham Engelhardt, uno de los máximos exponentes del anarcocapitalismo en el ámbito de la salud y la sanidad; extraemos dos párrafos de una de sus obras fundamentales:

“La imposición de un sistema sanitario de un solo nivel y global es moralmente injustificable, ya que supone un acto coercitivo de fervor ideológico totalitario, que no reconoce la diversidad de visiones morales en las que están enmarcados los intereses por la asistencia sanitaria, ni los límites morales seculares de la autoridad estatal, ni la autoridad que el individuo posee sobre sí mismo, así como sobre su propiedad. (…) No existe ningún derecho moral secular fundamental humano a recibir asistencia sanitaria, ni tan siquiera un “mínimo decoroso”. Tales derechos deben ser creados”. (Rights to Health Care. Engelhardt HT)

 

«La motivación de obtener beneficios económicos no es la única que hace que la gente invierta sus recursos en los servicios sanitarios. Los individuos también pueden establecer sistemas sanitarios apoyados por el gobierno como forma de obtener aseguramiento rente a posibles necesidades en el futuro. Además, también pueden invertir debido a sentimientos de beneficencia y sentimientos de simpatía con los indigentes, así como por motivos caritativos» (Rights to Health Care. Engelhardt HT)

Es decir, según Engelhardt, no existiría ningún motivo más allá de la caridad o la «simpatía por los indigentes» para obtener un sistema sanitario colectivo y con amplias coberturas para todas las personas. [estas ideas no son algo raro en nuestro entorno, teniendo sus fans en el ámbito mediático]

 

Desvincular las obligaciones fiscales de una persona de sus posteriores ataques de filantropía sanitaria tiene causas y consecuencias. La impuestofobia instalada en un ya de por sí famélico sistema de protección social tiene un complemento perfecto en la supuesta generosidad de hombres-hechos-a-sí-mismo que nada le deben a la sociedad.

El año que viene Amancio volverá a darnos unas limosnas. Tal vez deberíamos ponerle su nombre a un hospital. Al patrón nada se le niega.

 

[Imprescindibles lecturas relacionadas: estos dos textos de Javier Segura sobre filantrocapitalismo (I) y (II)]

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