Colectivo Silesia

Cuando por triaje entra el heteropatriarcado

por Marta Carmona.

Existe un reino por el que ando a menudo en el que crece una hierba llamada resistencia. En ese reino resistencia es el movimiento que no permite acceder a lo inconsciente, impidiendo al deseo volverse palabras, trabando y dificultando la propia evolución. Pero yo, que vi V y leí a Fortún mucho antes de oír hablar de ese reino, tengo un concepto de resistencia que se parece más al tuyo que a ese. En ese reino al que voy hay otra planta, llamada contratransferencia, que sí he vuelto oficinal para mi día a día. Te traigo hoy una historia construida sobre la contratransferencia de un reino y la resistencia de otro.

Hay contratransferencias atroces. De congoja, de vacío, de rabia, de extenuación, de pavor, de soledad extrema. Las hay estupendas. De comunidad, de esperanza, de alivio, de confraternización.

De entre todas las contratansferencias que he conocido (y conoceré) la para mí más horrible es la que atruena cuando atiendo a un paciente que viene a psiquiatría porque quiere matar a su mujer. Desconozco los números y los datos de cuánto pasa esto a nivel poblacional. A mí me ha pasado bastantes veces. La salud pública y sus vapores son axiales en este su colectivo amigo y no hablaré aquí de su importancia, ya la conocen. Pero la salud pública no entiende de contratransferencias. La contratransferencia la experimentáis tú y (con suerte) tu coterapeuta, con cara de pazguatas las dos, ante la ola que bate por fuera y la que bate por dentro. Inefable e in-.gif-able. No sé si lo que yo he visto es replicable o reproducible. Así que no sé qué proporción de los maltratadores viene, ni si los que vienen son los que luego matan y después/durante se matan, no lo sé, no sé dónde mirarlo. Y aunque lo buscara y lo viera transformado en datos, esos datos se acercarían a lo que hablo pero no serían de lo que te estoy hablando. Tampoco hablo de alguien que, en contexto de un trastorno mental grave que le rompiera el pensamiento, pudiera tener esa idea (de estos no he visto ninguno, alguno habrá, como hay de todo, pero es anecdótico). Hablo de hombres sin trastorno mental grave, a veces sin ningún trastorno, a veces con una ansiedad leve que en un contexto no medicalizador ni siquiera estaría descrita como trastorno. Que vienen y dicen “si no me ayudáis a pararme la voy a matar”.

Es como si te llamaran de triaje porque ha venido a filiarse el patriarcado. De residente siempre le decía a un adjunto que necesitábamos un ajedrez en nuestro box de urgencias por si un día se filiaba la Muerte por un cuadro de ansiedad, y a ver qué hacíamos si no para atenderla. Pero cuando se filia el patriarcado no puedes deflagrar el patriarcado porque sigue siendo un señor al cual tienes obligación de atender, sin discriminación de ningún tipo (bien claro lo dejan el régimen sancionador y la ética, tanto la que pretenden apropiarse los neutralistas-que-sonríen-al-nazi-y-dan-caridad-al-pobre como la que intentamos defender nosotros). Pero si tienes que atender a un señor que quiere matar a su mujer, no es lo mismo atenderlo por su dolor abdominal o incluso su insomnio que atenderle porque quiere matar a su mujer. No sé cómo lo manejan las demás. Yo te puedo contar cómo lo manejo yo. Que es mal. Lo manejo mal.

Por una parte te vienen a la cabeza todos los maestros que has tenido y te han instruido en no medicalizar, no psiquiatrizar, no psicologizar conductas que no son trastornos psiquiátricos. Ni un violador ni un maltratador son enfermos, son hijos sanos del patriarcado. Más allá de que medicali/psiquiatri/psicologi-zar sea malo a nivel global (eso de las construcciones de discurso que hablamos Siempre), también en el caso individual implica desresponsabilizar (o al menos atenuar la responsabilidad) de quien está planteándose una conducta delictiva. Por otra parte puedes-debes (según el caso) avisar a la policía y al juzgado para poner en su conocimiento la situación. Aunque casi nunca sea como dicen las guías (esto sí se puede encontrar fácilmente), porque cuando ves esta situación en la realidad es medio blanco medio negro, es un día de estos la mato pero a lo mejor hoy no, pero a lo mejor hoy sí; no es un “la voy a matar ahora”, que es fácilmente resoluble con dos llamadas.

A veces (menos veces, pero me ha pasado unas cuantas también) el hombre que quiere matar a su mujer (gracioso el lenguaje que te obliga a decir lo que no quieres) viene acompañado de su familia, que en la mayoría de los casos le apoya. A veces es la familia de él. A veces es la familia de ella. A veces te encuentras hablando con una pareja que dicen que están tan asqueados de “lo que le está haciendo su propia hija a este chico tan bueno que prefieren verla bajo tierra, o bajo las ruedas de un coche”. Y lo que está haciendo la hija es querer separarse de su marido (gracioso el lenguaje, otra vez). A veces la familia, de él o de ella, te pide un parte de lesiones psicológicas para demostrar que es ella la que le maltrata a él y él tiene que pegarla.

Tú no la conoces a ella. Ni le conoces a él ni a la(s) familia(s) más que de un rato. Pero sabes qué es el patriarcado. Sabes qué son las náuseas, las ganas de morirte, jubilarte y estudiar otra carrera, todo a la vez. En clínica y en la vida en general hay que contrastar las informaciones. Pero hay casos concretos en los que, de verdad, no hace falta. No hace falta contrastar qué motiva que un sistema familiar esté legitimando matar a alguien por una petición de divorcio. O unos cuernos o sospecha de ellos, o cualquier elemento de la vida relacional que podrá gustar más o menos, doler menos o más, pero no puede ni remotamente explicar la necesidad de matar a alguien.

Por otra parte, mientras intentas ordenar todo esto piensas, siempre se dice “matan a su pareja y se suicidan después, por qué no alterarán el orden”, y esta vez tienes delante a alguien que antes de hacerlo está intentando impedirlo. Que está pidiendo ayuda. Desde el lenguaje del patriarcado, porque es donde vive, sueña y piensa, pero pidiendo ayuda al fin y al cabo. Aguantas el tipo. Te reafirmas en que no tendría sentido una expulsión.

La pantalla que se abre ahora mantiene la consigna de no medicali/psiquiatri/psicologi-zar pero además la eterna deconstrucción del rol de psiquiatra clásico, rol que no quieres contribuir a perpetuar. Podrías atribuirlo todo a un diagnóstico construido ad hoc, cancelar toda otra narrativa, pugnar por un hueco explícito en el DSM 6, hundir las ideas bajo megadosis de fármacos que acabaran a la larga con todo rastro de voluntad. “No es culpa suya, es una enfermedad, sólo tiene que tratarse”. Pero no es para eso para lo que deben servir los diagnósticos, ni los tratamientos, ni la psiquiatría; ni con los maltratadores ni con nadie. Tienes unas herramientas que, mal usadas, posibilitarían hacerlo, pero no lo puedes hacer. Supongo que los cirujanos también tienen esta sensación. Como esta profesión consiste en poner palabras, puedes entonar el sortilegio que te saca de la situación. XXXXX tú eres responsable de tus actos, yo te puedo ayudar a tranquilizarte, que seguro que te ayuda a decidir mejor, pero me estás hablando de algo muy grave, de un delito, y la responsabilidad de tus actos es exclusivamente tuya. La situación se suele calmar, el paciente suele desdecirse del plan, la familia (donde digo familia puedo decir entorno, amigos, compañeros, ya me entienden; que busquemos lo comunitario no quiere decir que la comunidad haga siempre lo bueno) suele mantener la narrativa pero de una forma más calmada. Te acuerdas de mujeres maltratadas a las que has atendido y te han contado cómo un amigo del maltratador, policía de profesión, le dijo ante testigos “ahora con la ley ella te puede buscar un lío serio, así que haz cosas que no dejen marca, como escupirle en la boca”. Te inquieta más el entorno que alienta que el que ejecuta. No tienes claro si eso tiene sentido o es que has tenido que crear un escotoma para poder tratar con el/al maltratador y niegas esa dimensión en él y no en su entorno. Te das cuenta de que no te puedes fiar de lo que opinas (pasa mucho en este trabajo. Igual en otros también, no sé, yo te hablo del mío). Se van. ¿Buscar el teléfono de la mujer para avisarla de la situación infringe alguna ley? ¿Avisar al médico de cabecera de esa mujer? Si se ha desdicho del plan de matarla ¿tengo que avisar al juez? ¿Debo hacerlo? ¿La pongo en peligro más aún?

¿He psiquiatrizado la violencia patriarcal? ¿Hay alguien intentando psiquiatrizar esa violencia o es el movimiento natural en la sociedad tal y como la entendemos? ¿Puedo vomitar después de ver pacientes o hay que esperar al cambio de guardia? ¿Qué hago con la residente, que lleva descompuesta un rato? ¿Cómo se resiste al patriarcado? ¿Cómo se resiste al patriarcado cuando el lenguaje de tu profesión no lo concibe? He leído miles de informes, he escrito puede que algún millar también. Sólo he visto dos veces escrita en ellos la palabra “heteropatriarcal”, ninguna de las dos veces fui yo. ¿Puede una doctrina pretendidamente ateórica explicar el comportamiento de alguien que quiere matar a su mujer porque considera que está en su derecho a hacerlo?

Me releo y pienso, no cuento nada que no sea, en el fondo, el conflicto al que se enfrenta todo el mundo en su trabajo, en sus relaciones, en su vida. Yo lo meto en mi marco profesional, que es muy especialito pero, en sí, el fenómeno es bien conocido. Obviedades. Me pregunto qué dirán los representantes de Éticaindustria en torno al derecho a la intimidad de los pacientes que acuden con esa demanda. Releo atentamente, no hay ningún caso reconocible porque todo lo que ejemplifico me ha sucedido varias veces, en situaciones distintas, ciudades distintas, comunidades autónomas distintas. O qué dirán quienes empezaron a leer esto buscando algún tipo de solución propositiva, de la que tampoco he hablado. Así que creo que sólo hablo de mi contratransferencia.

De mi resistencia no, porque no sé cómo hacerla.

10 comments

  • Bueno. Escribir esto ya es una buena forma «de hacer resistencia»… y de que más personas pensemos en ello.. Gracias!!

  • Adonnay

    PATRIARCAS. Dicese de los representantes de cada una de las 12 tribus de Israel.

    Sabia elección del término, el 90% de los problemas de la humanidad hoy, viene de manos del patriarcado sionista.

  • Fernando

    Tal vez hablar con algún especialista en medicina legal te resuelva alguna duda. Y si compartes lo que te digan, mejor que mejor.

    Un saludo.

  • Pilar Babi

    Fantastica reflexion. Gracias

  • He tenido que leer muchas frases tres veces para encontrar el sujeto y el complemento directo. Qué prosa tan atroz, pardiez.

    La claridad de las ideas se diluye con una redacción tan farragosa. Hay que cuidar también el lenguaje, y no solo el discurso.
    Soy psiquiatra y no estoy de acuerdo con mucho de lo que dices, sin embargo…

  • Aurora Rovira

    Reflexión honestísima. Ponerle palabras es muy importante y compartirlas, nos ayuda a todas. Gracias

  • Mila

    En ésta sociedad patriarcal en la que vivimos, absurdamente, no se les considera enfermos a aquellos que maltratan o desean matar a sus compañeras; pero en realidad son personas muy enfermas y debería tratarse con urgencia. Por desgracia para much@s, el maltrato está tan normalizado en nuestra sociedad que nos imposibilita verlo como una enfermedad. Y hablo del maltrato, porque casi podría asegurar que el hombre antes de matar a la mujer ha hecho todo lo posible por dominarla y someterla; por eso creo que muchos acaban matando cuando ven que no pueden imponer su voluntad.
    ¿cómo es posible que esto no se considere una enfermedad?

  • Karina

    Impresionante. Gracias por contar lo «no dicho». Solo así podremos llegar a a prevenirlo. Medidas que propondrías para evitarlo? Un fuerte abrazo y gracias de nuevo!

  • Blanca de Gispert

    Muchísimas gracias por compartir tus reflexiones. Es difícil darle respuestas y encontrar soluciones, pero así aprendemos todxs y seguimos avanzando, cambiando, rompiendo esquemas….
    Gracias de nuevo!

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