La no-vacunación, entre el yo y el nosotros.
Hace unas semanas tuve la suerte de poder participar en la presentación de un vídeo creado por Maite Cruz y Marina Pérez-Trigueros a partir del trabajo de investigación que hicimos Maite, Ainhoa Rodríguez, Joaquín Hortal y yo sobre discursos en torno a la vacunación y la no-vacunación (aquí enlace al artículo publicado en Gaceta Sanitaria). El vídeo es el que inserto al final de este post, y a continuación voy a transcribir (un poco a vuelapluma) lo que dije como introducción-marco en el acto de presentación.
Cuando a uno le dicen que tiene que hablar «un poco sobre esto de las vacunas», lo primero que piensa es que llenará una presentación de diapositivas hablando de investigación, prevención, efectividad, seguridad, eficiencia o inmunogenicidad. Sin embargo en este caso de lo que vamos a hablar es de otra cosa, del equilibrio entre la autonomía individual y las necesidades de la comunidad. Es decir, vamos a hablar de todo aquello que hace que hablar después de efectividad, seguridad o eficiencia tenga sentido.
El debate sobre la vacunación o sobre la decisión vacunal debería moverse en esa pareja de conceptos (individuo-comunidad), sin embargo, esa pareja dialógica se ve sustituida (o suplantada) de forma recurrente por otras parejas de conceptos:
- provacunas-antivacunas: seguramente esta sea la pareja de conceptos que más inunda el debate de forma explícita y que es el aterrizaje en el ámbito vacunal del maniqueísmo «ciencia-anticiencia». Representa la polarización de la asignación de posturas en el ámbito de la vacunación y, muy especialmente, la asimilación del concepto de duda vacunal al de antivacunación. Un ejemplo de esto último lo pudimos observar cuando la Organización Mundial de la Salud, a principios de año, sacó su listado de amenazas para la salud global en 2019 e incluyó la duda vacunal (vaccine hesitancy); sin embargo, los titulares (y muchos de los actos de difusión de ese listado en redes sociales) hablaban de que la OMS había señalado a los-antivacunas como una de las diez mayores amenazas para la salud global este año. Podríamos hablar del hecho de que dudar sea considerado una amenaza, y que la amenaza no sea la incapacidad de abordar situaciones de necesidad de información o de individualización de la misma para lograr beneficios colectivos (el binomio individuo-colectividad, otra vez), pero eso lo haremos en otra ocasión; sin embargo esto es solo un ejemplo de cómo la categorización pro/anti-vacunas favorece el exterminio de lo que existe entre medias y, lo que es peor, lo empuja hacia el polo denominado antivacunas, con los problemas que esto puede tener cuando más allá de ganar una discusión se quiera enmendar un problema.
- ciencia-ideología(o valores): la no vacunación que copa los medios de comunicación y las redes sociales (que no dejan de ser un medio de comunicación) con mayor facilidad es la denominada «por motivos ideológicos«; sin embargo, al menos en nuestro entorno, no es esta la mayor causa de no vacunación, sino que sigue siendo la dificultad en el acceso al sistema sanitario o, al menos, la falta de acceso proactivo a un sistema que en ocasiones falla al adaptarse a grupos de personas que necesitarían de una mayor proactividad por parte del sistema para acercarse a él. Esa hipertrofia de la importancia de la ideología para la decisión de no vacunar y su contraposición a los valores (perdón) y dictámenes de la ciencia no es sino una manera de crear compartimentos estancos de manera que parezca que en la ciencia no se inmiscuyen los valores y que en las decisiones de base ideológica no existen posicionamientos apoyados por razonamientos (y datos) procedentes del método científico.
- expertos-todos los afectados: otra de las parejas de palabras que lo dominan todo es la que contrapone la predominancia del experto frente a la de todos-los-afectados (aquí hago referencia al denominado «principio de todos los afectados» que algunas corrientes utilizan para diseñar los procesos de tomas de decisiones que han de producirse para que las sociedades sean justas). Aunque pueda parecer menos obvio, este es otro ejemplo del dilema individuo-comunidad, dado que habitualmente el experto cuya opinión suele predominar suele escogerse con mirada individual (clínica) y no colectiva (poblacional, salubrista).
Relativamente relacionado con este último punto, escribía esto en un editorial publicado en la revista FMC:
La mirada de la vacunación como un bien colectivo y que ha de regirse bajo un criterio salubrista poblacional evoca el principio de justicia frente al de autonomía, lo cual podría permitir incidir en la vacunación como bien no solo para el individuo sino, sobre todo, para los miembros de la sociedad que no pueden vacunarse (por inmunodepresión, principalmente, pero también por exclusión social y sanitaria por dejación de la función de protección de la salud de las instituciones públicas); por otro lado, la hipertrofia de la mirada individual en el ámbito de la vacunación ha podido colaborar, en opinión del autor de este texto, a una potenciación del principio de autonomía que haya valido para justificar posturas de reticencia vacunal (posturas que, por otro lado, son notablemente más bajas en nuestro país que en otros países de nuestro entorno) .
Padilla J. Evolución de la incidencia de meningitis en España. ¿Qué papel han tenido las vacunas? FMC. 2018;25(8):445-448.
Frente a estas dicotomías alternativas tanto en el artículo como en el vídeo reclamamos la vuelta a la problematización del problema en torno a la pareja individuo-comunidad, especialmente en dos ámbitos: el establecimiento de la situación de diálogo y la toma de decisiones en el ámbito vacunal.
Sobre el primer aspecto, tomamos como referente la idea de Habermas de que el lenguaje actúa como elemento unificador y es el garante de de la objetividad de las normas; para que se pueda dar una situación ideal de diálogo, Habermas afirmaba que es necesario que se respete el presupuesto fundamental de la comunicación según el cual los participantes en el diálogo son reconocidos como seres igualmente libres y dignos. El reconocimiento del otro como interlocutor válido ha de ser uno de los objetivos a la hora de establecer marcos de diálogo en el ámbito de la vacunación, y probablemente esto solo ocurra desde la ruptura de los bloque de polarización (pro/anti-vacunas y ciencia/ideología). Esta situación de diálogo, que debe partir de la reflexividad y la transparencia del contexto de cada cual, probablemente fuera mutuamente enriquecedora porque ayudaría incluso a plantear nuevos abordajes en el ámbito de las políticas y la investigación que no se pueden dar si quienes presentan un discurso no son incluidos en el diálogo público u oficial sobre el tema sobre el que versa dicho discurso.
Por otro lado, y en relación con la decisión vacunal, el equilibrio autonomía-comunidad podríamos reformularlo como el equilibrio autonomía-equidad, entendiendo la equidad como la necesidad de no dejar atrás a quienes no pueden igualarse al resto por si mismos, es decir, en el caso de la vacunación, la necesidad de proteger a aquellas personas que no pueden vacunarse ya sea por problemas insalvables de acceso al sistema o bien por no incidación de la vacunación (inmunodeprimidos,…). Frente al discurso hipertrofiado de la autonomía individual favorecido por la deriva liberal de la bioética clínica, la respuesta institucional ha tendido a ser el enarbolamiento de un paternalismo que llegó hasta los lugares más profundo (no hay más que leer sobre el paternalismo epistémico) de la práctica de la salud pública y que no parece poder ser la respuesta única a la exigencia de democratización de los debates que exige el día de hoy. Ante esta búsquedas de respuestas desde la autonomía individual y el paternalismo salubrista ha de surgir una respuesta que parta de la consideración de la protección colectiva (a.k.a. inmunidad de rebaño) como un bien común, que nos dota de derechos (el beneficio de la inmunidad de rebaño) pero nos impone obligaciones; esto que Euna Bliss (autora del imprescindible Imnunidad) llamaría «maternalismo» y que no es sino la preservación de todos estos valores en un marco superior de centralidad del cuidado para poder pensarnos juntxs.
El otro día una periodista (sensacionalista) británica tuiteaba lo siguiente:
«The herd is not your concern». El rebaño no es tu problema. Lo cierto es que reconocerle que tenía razón. El rebaño no es tu problema. Tampoco el mío ni el suyo. El rebaño nos trasciende como problema y se convierte en un problema del nosotros y nosotras. En ese marco se juega esto.
Gracias por el artículo.
Soy una médica crítica con todsa las grandezas que se atribuyen a las vacunas. Y crítica con muchas vacunas que no son eficaces ni deberían haber entrado en el calendario vacunal si a rigor científico nos referimos. Me refiero, entre otras, a la vacuna contra el papiloma virus mal llamada «contra el cáncer de cérvix» (para leer más ver revista Mujeres y salud http://mys.matriz.net/mys25/img/MYS25.pdf. El neoliberalismo capitalista sabe que la salud es un negocio y va a usar todos los medios a su alcance para conseguir «vender». La crítica a esta vacuna le ha costado su puesto a Peter Gøtzsche http://www.nogracias.eu/2018/11/11/expulsion-cochrane-peter-gotzsche/
No son sólo liberales las personas que defienden el ejercicio de la autonomía individual.
Supongo que porque el artículo no se hiciera largo, imagino yo, se deja en el tintero la crítica realizada por otros colectivos y profesionales a vacunas concretas, no sólo los padres y madres mal llamados «antivacunas». Me refiero en concreto a la vacuna del papiloma virus, a la del rotavirus y a la de la meningitis B y la de la varicela. Del resto, introducidas hace años tengo dudas epidemiológicas razonables.
Algunos países europeos están replanteándose el calendario vacunal
http://www.vacunacionlibre.org/nova/wp-content/uploads/2017/01/franciadicenoalasvacunas.pdf
Desde que estudié la carrera y a pesar de leerlo muchas veces no he conseguido entender qué mecanismo subyace a la inmunidad de rebaño producida por las vacunas. Lo he hablado con amigas epidemiólogas y tampoco me saben decir exactamente en qué mecanismos se basa, demostrados científicamente.
Tampoco se me quita de la cabeza que hay que revacunar de enfermedades exantemáticas leves en países en los que la población accede a una buena sanidad pública y con acceso a un alimentación correcta, agua potable, condiciones higiénico sanitarias razonables (entendiendo que hay inequidades en salud , por supuesto) porque la vacunación no deja inmunidad duradera y pasar la enfermedad sí.
Con la vacunación de varicela por ejemplo, se puede prever, sin ser yo una gran epidemióloga que vamos a ver casos en adolescentes y adultos /as jóvenes. Antes pasábamos la varicela y no había que preocuparse más.
Tampoco las pautas de vacunación en mujeres embarazadas parecen basarse en grandes evidencias
https://matriz.net/mys39/img/Mujeres-y-Salud-39.pdf#page=18
Tampoco se registran adecuadamente las reacciones postvacunales por parte de los y las profesionales de la salud. El panorama científico no es muy halagüeño.
En fin. Nos movemos en un mar de incertidumbres y de intereses económicos. Estamos ante cambios de paradigmas y los y las sanitarias nos resistimos y leemos y escuchamos poco.
A esto de las vacunas , como bien decís, independientemente del adjetivo que se utilice (pro/anti) hay que darle unas cuantas vueltas.
Ah y por favor no digamos como profesionales sanitarios que la vacunas son inocuas porque sabemos que no es cierto. Sería el único «tratamiento» que administramos o aconsejamos administrar que cumpliera esa característica.
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