Colectivo Silesia

Vacunas: cuando lo-que-sobra no sobra.

El número de dosis de vacunas frente al COVID-19 que tenemos es uno de los principales factores limitantes para aumentar de forma rápida el porcentaje de población vacunada; por ello, en los últimos días hay un fenómeno que se ha colado en el centro del debate público y que aúna varios elementos complejos.

Empecemos por los aspectos más técnicos:

  • Cada vial de la vacuna de BioNTech/Pfizer tenía, oficialmente, material para cinco dosis de vacuna, pero si se hacía un aprovechamiento correcto del mismo era posible extraer una sexta dosis.
  • El aprovechamiento correcto de esa sexta dosis depende del uso de jeringuillas adecuadas para ello, bien graduadas y con poco espacio «muerto».
  • Recientemente, se ha oficializado la existencia de esa sexta dosis, pero hasta ahora, se contabilizaba como si un vial equivaliera a cinco dosis.
  • Esto, unido a diferentes desastres organizativos y logísticos en muchas Comunidades Autónomas, ha hecho que en diferentes tandas de vacunación al final de las mismas hayan quedado dosis sin administrar abriéndose un dilema: administrarlas a alguien para quien no fueran dirigidas inicialmente o tirarlas a la basura (una vez descongeladas, su duración es tan solo de 48 horas).

La situación ideal sería que no se produjeran situaciones de excedente («dosis que sobran»), gracias a una gestión adecuada, de modo que cada vacuna descongelada llevara nombres y apellidos asignados (aquí se comenta bien cómo hace Asturias a ese respecto); pero más allá de la excelencia en la gestión y la logística, siempre queda la posibilidad de que sobren dosis, y ahí se abren tres grandes posibilidades (hay más, pero me parecen las más relevantes):

  1. Tirar las dosis sobrantes para que no sean administradas a nadie a quien no le corresponda según el protocolo de priorización aprobado por el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas.
  2. Aprovechar las dosis sobrantes de forma más o menos discrecional, sin norma establecida, lo cual puede suponer bien la vacunación del alcalde de turno, del familiar de quien pase por ahí o de la primera persona que se encuentre en la calle.
  3. Aprobar un protocolo que estandarice el uso de esas dosis sobrantes y lo haga respetando los criterios de priorización previamente aprobados.

Obviamente, aquí se aboga por el tercer punto, y además creemos que es algo que no debería revestir demasiada complejidad, pero hay que hacer algunas consideraciones relevantes. Los procesos de priorización de la vacunación, esto es, la decisión de quién va antes y quién va después, son procesos donde el elemento central en la decisión no es un criterio científico-técnico, sino una decisión ética que pone la justicia como elemento central y que se lleva a cabo fundamentándose en el conocimiento científico disponible sobre la afectación de la enfermedad y la efectividad de la vacuna en los diferentes grupos de población. Como no parece que haya ningún estudio que muestra la especial afectación (o la mayor efectividad vacunal) en alcaldes, consejeros o militares, lo lógico, teniendo un protocolo como el existente, sería diseñar un plan de contingencia para el uso de los sobrantes vacunales que se basara en algunos aspectos fundamentales:

  • Tratar de adecuar lo más posible el número de dosis descongeladas del número de personas que se van a vacunar, haciendo una asignación nominal y evitando la citación amontonada no dirigida, como ha ocurrido, especialmente, en muchos centros hospitalarios.
  • Identificar el listado de pacientes pertenecientes a los siguientes dos grupos de vacunación de acuerdo con el protocolo del Ministerio de Sanidad. En la situación actual, las consejerías de sanidad deberían identificar a las personas grandes dependientes no institucionalizadas, así como a las personas mayores de 80 años residentes en su Comunidad Autónoma.
  • Contactar con estas personas para avisarlas de que son candidatas a la vacunación, informarlas sobre las características de la misma (pauta a seguir, efectividad, seguridad, resolución de dudas,…) y comunicarles que, aunque en un principio está prevista su vacunación próximamente, es posible que reciban una llamada para ser vacunados con mayor premura en el caso de que haya dosis sobrantes.
  • Designar de los siguientes grupos de priorizacion para cuando el proceso vaya avanzando.

De este modo, todo lugar donde se realice un proceso de vacunación deberá tener identificado el procedimiento a seguir para administrar las dosis sobrantes, en el caso de que las hubiera, no desechándose en ningún caso, pero tampoco acudiendo a su administración de forma discrecional bajo el criterio de cercanía familiar, afinidad o escala jerárquica.

Los episodios de alcaldes vacunándose porque sobraban dosis y, de otra manera, se van a tirar, por un lado son signo de falta de escrúpulos democráticos y uso de su condición de poder, pero por otro lado están mostrando la falta de previsión de una situación que todo el mundo sabía que se iba a presentar: la existencia de dosis que en un momento concreto podían encontrarse en la situación de ir a parar a la basura o al brazo de una persona que no había sido prevista. Esa situación podemos preverla y solventarla de forma justa o hacerlo de forma discrecional, que acabará en los medios de comunicación transmitiendo una situación de descontrol y desconfianza en las instituciones públicas.

La vacunación de forma preferente de altos cargos públicos es algo que algunas personas defienden como un acto de fortalecimiento de la confianza en la vacuna, para transmitir a la población el mensaje de que se trata de una vacuna segura y que ponérsela es algo deseable; una forma de dar ejemplo. En un artículo recientemente publicado en el New England Journal of Medicine disentían de esa visión; el siguiente fragmento está sacado de dicho artículo:

«Los profesionales de salud pública que toman decisiones sobre la distribución de vacunas deben ser imparciales y aplicar los criterios de asignación de manera uniforme, al mismo tiempo que buscan mitigar las inequidades en salud. Dejar que los cargos del gobierno se salten la cola sugiere que son más importantes que otros miembros de la sociedad y que las reglas no se aplican a ellos.»

NEJM. Hughes 2021.

Transparencia, rendición de cuentas, rapidez en la acción institucional y señalar que el aprovechamiento de las dosis dentro de un marco guiado por la justicia en su distribución no ha de ser visto como una forma de saltarse la cola, sino como una manera de mejorar la eficiencia del proceso de vacunación.

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