Colectivo Silesia

Más allá de Colón: cuidar del rebaño.

Hoy se han manifestado en Madrid unas cuantas personas (pocas en comparación con la representación mediática -incluyendo este texto- que han recibido) en contra de la obligatoriedad de la mascarilla y otra serie de medidas definidas de forma más bien poco concreta y que se podrían representar por una sola: la oposición a la limitación de libertades en nombre de beneficios colectivos.

Este tipo de movimientos de oposición frente a actividades de resultados no tangibles en lo inmediato y que aluden a lo colectivo siempre surgen; el paradigma es el de la reticencia a la vacunación, que describe de una forma muy clara la tensión entre lo individual y lo colectivo en materia de salud y cómo una misma postura puede defenderse desde marcos ideológicos muy variados y con referentes muy diversos. Por un lado, sabemos que el abordaje de este tipo de conflictos ha de huir de la idiotización del otro, porque aunque eso nos sitúe en una aparente posición de apropiación de la razón y superioridad moral e intelectual, no es útil en lo relacionado con cambiar conductas y lograr los objetivos relacionados con la postura que se defiende desde esa «razón colectiva»; por otro lado, más allá de la estrategia, no parece que se sienten unas buenas bases de cara al futuro que nos espera, de mascarilla, distancia física y limitaciones fluctuantes de las libertades individuales, el negar a una parte de la población su rol de interlocutores válidos. Probablemente no haya discurso posible con quien dice que todo es una conspiración y se sitúa en uno de los extremos del discurso, con poco contacto con los discursos del ámbito de la salud pública, pero hay todo un ámbito de refuerzo del discurso de cuidado de lo colectivo y de explicación de medidas concretas y pormenorizadas que ha de ofrecerse a todo aquel que se oponga a él, sin generarle un rechazo mayor que el que ya tenga (recomiendo tirar de este texto, su vídeo y su artículo para indagar sobre esto, aplicado al ámbito de la no-vacunación). Esto no supone ni legitimar ciertos argumentos potencialmente muy dañinos ni igualar la validez de todas las ideas y opiniones, sino simplemente reconocer que lo que más nos conviene no es desechar personas por sus discursos, afrontándolos con firmeza y solidez, no con ridiculización y mofa.

Más allá de Colón y más allá de las estrategias de ridiculización, existe la necesidad de fortalecer el mensaje de las medidas tomadas con la voz de la salud pública, guiadas por la evidencia científica pero que exceden la evidencia publicada porque nos encontramos en una situación de excepcionalidad en la que es difícil encontrar comparaciones. La necesidad de reforzar que el rebaño, ese al que se alude tanto positiva como despectivamente al hablar sobre (no) vacunación no es un problema mío ni tuyo sino de todos como sociedad y que eso es lo que está detrás de cada medida que se toma también en situaciones como la actual, la protección de todas y especialmente de las más vulnerables.

En un texto que publiqué en El Salto, afirmaba lo siguiente sobre la vacunación, que en gran parte podría aplicarse a la mascarilla (entendida como medida de protección «del otro») o la distancia física:

La vacunación se aborda desde la perspectiva del “yo”, de la individualidad (basta ver que los profesionales de referencia a nivel mediático sobre este tema sean los pediatras y no los epidemiólogos), y por ello es el marco de la ética individual el que obtenemos como respuesta, es decir, una hipertrofia del principio de autonomía (“yo decido si me vacuno” o “yo decido si vacuno a mi hijo”) y la creencia de que vacunarse tiene, sobre todo, un valor a nivel individual.

La realidad es distinta, la vacunación debería pensarse desde el “nosotros”, desde lo colectivo, teniendo en cuenta que los mayores beneficios no se obtienen sobre la persona vacunada sino sobre las sociedades con altas tasas de vacunación y que los valores que nos pueden llevar a esas altas tasas de vacunación no son los principios bioéticos clásicos (autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia –distributiva–), sino los principios de la ética de la salud pública como la solidaridad.

J. Padilla. La vacunación: ¿un asunto del yo o del nosotros? El Salto. 11/09/17.

En ese intento de reforzar un marco inexpugnable y donde el que quepa todo el mundo hay que revisar también los errores que se pueden estar cometiendo y que, por muchas justificaciones que tengan, han de ser corregidos. La tendencia inicial a dotar a todas las medidas de igualdad de importancia, como forma de transmitir un mensaje sencillo, fácilmente comprensible y, sobre todo, fácilmente cumplible, tiene todo el sentido en el momento inicial de la pandemia pero parece quedarse corto cuando llevamos más de 5 meses inmersos en esta situación y sabemos que queda mucho y que muchas de estas medidas necesitaremos mantenerlas durante meses o años.

Que la mascarilla sea obligatoria en lugares abiertos y cerrados no quiere decir que sea igual de efectiva en ambos entornos a la hora de evitar contagios, y esto ha de ser explicado y explicable, a la vez que se debe poder afirmar que la obligatoriedad en espacios abiertos se sustenta sobre la intención de hacer pedagogía con la norma, no solo con las campañas de prensa o con las ruedas de prensa.

Hay una parte del mensaje negacionista que se sitúa en un polo, que no es modificable y que no ha de intentar modificarse; el objetivo ha de estar en los grises, no en esas personas que lo mismo cogen una cacerola en pleno confinamiento y reclaman su derecho a montarse en su porsche cayenne e irse a su casa en Sotogrande que se plantan en la Plaza de Colón y dicen que no-a-todo porque la sociedad no existe. El problema es que poniendo el foco en ese discurso aberrante y fácilmente caricaturizable dejamos de lado a las personas cansadas de discursos lineales que no les permiten distinguir el grano de la paja y que, mediante la coartación de sus libertades individuales, les modifican la vida diaria en beneficio de un teórico bien colectivo en el que tal vez no crean mucho pero en el que podrían creer si sintieran que no se está dando brochazo gordo en las políticas de salud pública.

Tenemos muchos meses por delante y la idea es llegar juntas al final más personas de las que comenzamos convencidas al principio de que lo colectivo es lo que da las respuestas que nos mantienen con vida, tanto en pandemias como cuando estas no están.

7 comments

  • Félix Miguel

    [Querido Javier, quizá ha salido un poco vehemente, pero espero no faltón, al menos no en la intención]

    La utilización de mascarillas en la calle no se sustenta ni en pruebas, ni en la lógica, ni en el principio de precaución. Lo mismo puede decirse de no fumar en la calle respecto al virus. De esto es de lo que hay que hablar, creo, no de falsos conflictos entre lo individual y lo colectivo o lo ultra y lo progre.

    Si el único sustento para recomendar el uso de mascarilla en la calle es “la intención de hacer pedagogía” o como dicen por ahí para lo del tabaco, a grandes males (virus) grandes oportunidades (prohibir fumar), nos estamos deslizando por peligrosos territorios totalitariformes a los que la salud pública históricamente no ha sido ajena.

    Tiene suerte este neosalubrismo al que no es difícil calificar de absolutista (la norma como pedagogía), puritano (tabaco y botellón) y victoriano (el ocio nocturno madre y padre de todo desvarío) de que haya salido Vox o asimilados con la bandera anti. Cualquier atisbo de crítica o de mera puesta en cuestión de opciones tomadas se descalifica de ‘negacionista’ y ya está. Por ejemplo, al biólogo vasco: dejan mucho que desear su exposición y argumentos, pero los temas que abordan son candentes y no ‘negacionistas’. Es la misma descalificación de ‘antivacunas’ (o más finamente llevando el debate a la falsa dicotomía yo y nosotros) cuando lo que se plantea, por ejemplo, es la muy baja efectividad de la de la gripe (todos los años lo informa el ISCIII) o la dudosa eficacia y claros intereses de la VPM o de la Bexsero.

    Si esto va a durar (el virus) más valdría abrir el debate colectivo (también, como siempre se ha hecho, con una copa de vino o en un hermoso parque a la luz de la luna entre amigos) sobre lo que nos conviene. Pues en este tipo de decisiones la salud pública debería ser humilde, mostrar, buscar y estudiar con ahínco los caminos posibles (todos) y no dictar imposiciones o puntos de vista “que entre todos nos hemos dado”.

    Enhorabuena y gracias por tu dedicación

    • colectivosilesia

      Muy buenas, Félix.

      Estoy bastante de acuerdo en todo lo que dices, salvo en la ejemplificación de lo vacunal porque creo que me sitúas en un lugar en el que no me reconozco en absoluto, dado que mi desarrollo del debate entre lo individual y lo colectivo parte de las investigaciones sobre colectivos reticentes a la vacunación, no sobre posicionamientos de crítica a vacunas concretas (de hecho con las que nombras he estado y estoy igualmente en el cuerpo de la gente que critica, tanto con gripe como con MenB o VPH.

      Yo no tengo nada claro que la labor pretendidamente pedagógica del uso de la mascarilla en espacios abiertos sea adecuada, y creo además que puede incluso ser perjudicial por su no uso en espacios cerrados, ocultos a la visión del Gran Hermano salubrista, pero sí creo que si quien toma la decisión asemeja los diferentes niveles de uso como si su motivación fuera la misma, entonces no hay partida.

      Yo creo que la salud pública (así, en general) está haciendo lo que puede, en un campo donde los focos se ponen en un lado (mascarillas) y a ella ya le gustaría ponerlo en otros. Pero bueno, en lo fundamental de tu mensaje creo que estoy muy de acuerdo.

      Y no lo he visto ni un poquito faltón.

      Un abrazo!!

      Javi.

      • Félix Miguel

        Javi, no puedo situarte en otro sitio que en el de una persona y un profesional preocupado, competente y con una mirada o sensibilidad que a mí me abre perspectivas.

        Si hubiera leído con atención en lugar de al bies tu post de las vacunas seguro que hubiera formulado la cuestión de otra manera.

        En todo caso, en efecto, lo a discutir son las cuestiones, más que abstractas posiciones previas (sin menospreciar la importancia del desde dónde y el para qué se llega a una postura), y estoy seguro de que me convencerías en muchos aspectos concretos, muchas veces tan inciertos, pero sobre los que uno tiene como necesidad de avanzar. Félix

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